ROMA.- El Papa Francisco presidió esta mañana en El Vaticano la misa de Pascua y pidió "ponerle fin a años de sufrimientos y divisiones", ante decenas de miles de fieles que siguieron atentos su mensaje, pese a que por momentos debieron soportar una fuerte lluvia.
En un contexto mundial de violencia, el líder de la Iglesia católica pidió por la paz en todas las regiones de conflicto, a las que enumeró una por una: apuntó al conflicto entre palestinos e israelíes; la violencia en Libia, Yemen y Ucrania; y recordó a los jóvenes asesinados en Kenya.
"Imploremos al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y la violencia", expresó el Papa.
En ese contexto "encomendó con esperanza" a Dios el acuerdo sobre el programa nuclear iraní firmado en Lausana el 2 de abril "para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno".
Mientras daba su bendición a la ciudad y al mundo -denomindada urbi et orbi-, Francisco señaló: "imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones".
También reclamó "paz y libertad para todos los sometidos a la esclavitud, para este mundo sometido a los traficantes de drogas y armas", en lo que fue una continuidad del mensaje que da desde que llegó al Vaticano.
El Sumo Pontífice, de 78 años, encabezó la ceremonia en la explanada de la basílica de San Pedro, donde, como cada año, se instalaron grandes parterres de flores frescas de colores vivos. A la izquierda del altar, se expuso un gran icono de Cristo. La multitud se apiñó bajo un mar de paraguas multicolores entre la columnata de Bernini.
Esta tercera Pascua que celebra Francisco desde su elección en marzo de 2013 está ensombrecida por la masacre de los yihadistas somalíes shebab contra estudiantes, en su mayoría cristianos, de la universidad Garissa de Kenia, que el jueves dejó 148 muertos.
El Papa se refirió repetidamente en estos últimos meses a una "tercera guerra mundial", que se desarrolla "por partes".
"Hoy vemos a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, bajo nuestros ojos o a veces con nuestro silencio cómplice", acusó el viernes en el Coliseo Francisco, al final del Via Crucis.
Las masacres y el número masivo de refugiados en Siria e Irak, el caos en Libia o en Somalia con repercusiones en Kenia, los enfrentamientos civiles en República Centroafricana, los atentados anticristianos en países como Pakistán, su represión en China y Corea del Norte: el número de países donde los cristianos se ven amenazados es amplio.
Para el papa argentino, la Semana Santa es un momento intenso y agotador: celebró dos misas el jueves, presidió el viernes el ritual de la Pasión en la basílica de San Pedro y el Via Crucis en el Coliseo. El sábado, celebró la Vigilia Pascual, durante dos horas y media.
Mujeres discípulas
Durante esta vigilia, invitó a los católicos a aprender "de las mujeres discípulas" de Jesús el conocimiento del misterio de la fe.
Francisco administró los sacramentos del bautismo y de la confirmación a una keniana, a una camboyana, a cuatro italianos, tres albaneses y un portugués.
El Papa explicó que el misterio de Pascua "no era un hecho intelectual" sino accesible gracias a una actitud de humildad. "Para entrar en este misterio, es necesaria la humildad de inclinarse, de descender del pedestal de nuestro yo tan orgulloso, de nuestra presunción: la humildad de redimensionarse", dijo.
También dijo que para comprender ese misterio se requiere "no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismo, no huir ante lo que no comprendemos, no cerrar los ojos ante los problemas, no negarlos, no eliminar los puntos de interrogación".